Poemas de Gonzalo Rojas

Los Poemas de Gonzalo Rojas. Este poeta chileno nos sumerge en un universo de versos cautivadores, ricos en pasión y profundidad. Sus palabras, tejidas con un lenguaje provocativo y lírico, nos envuelven, explorando los matices de la vida y el amor. Sus creaciones, abarcando lo humano y lo divino, revelan una sensibilidad única, capturando emociones en constante evolución.

En sus poemas, se encuentran instantes fugaces plasmados en imágenes intensas, invitándonos a reflexionar sobre la existencia y la belleza del mundo. Gonzalo Rojas deja un legado perdurable en la literatura hispana, con una expresión poética exquisita que sigue inspirando introspección y asombro.

Biografía del poeta Gonzalo Rojas

Gonzalo Rojas, oriundo de Lebu, Chile, emergió como una figura literaria destacada en el siglo XX. Su vida estuvo marcada por una profunda conexión con las palabras y la poesía desde temprana edad. Su incansable exploración de la creatividad lo llevó a recorrer diversas etapas literarias, desde sus inicios influidos por la vanguardia hasta su madurez caracterizada por una voz única y audaz.

Durante su formación, Rojas estudió en la Universidad de Chile, donde entró en contacto con influyentes figuras intelectuales y literarias de la época. Su obra inicial reflejaba la influencia de los movimientos literarios de vanguardia, como el surrealismo y el expresionismo. Sin embargo, con el tiempo, Rojas encontró su voz distintiva, una voz que desafió las convenciones establecidas y abordó cuestiones fundamentales de la existencia humana.

La poesía de Gonzalo Rojas es un viaje emocional a través de la pasión, el amor y la reflexión introspectiva. Sus versos, imbuidos de un lenguaje poderoso y evocador, trascienden las barreras culturales y lingüísticas. En sus obras más maduras, abordó temas universales como el paso del tiempo, la esencia del ser y la complejidad de las relaciones humanas. Esta exploración profunda lo convirtió en un poeta visionario y en un referente literario que influyó en múltiples generaciones de lectores y escritores.

Fallecimiento del poeta Gonzalo Rojas

Gonzalo Rojas, el influyente poeta chileno, falleció el 25 de abril de 2011 en Santiago, Chile. Su partida dejó un vacío en el mundo literario y en la comunidad de amantes de la poesía. Rojas, quien había dedicado su vida a la expresión artística y a la exploración de la condición humana a través de sus versos, dejó un legado duradero que sigue inspirando a generaciones posteriores.

Su muerte marcó el final de una era en la poesía contemporánea, pero su obra continúa viva y sigue siendo celebrada en todo el mundo. Las palabras apasionadas y profundas de Gonzalo Rojas siguen resonando en los corazones y las mentes de aquellos que se sumergen en su poesía, recordándonos su habilidad para capturar la esencia de la vida y las emociones a través de las palabras. A pesar de su partida física, su contribución al mundo literario perdura y su influencia sigue siendo palpable en el panorama poético actual.

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7 poemas de Gonzalo Rojas: Poemas de Amor

Los Poemas de amor de Gonzalo Rojas. Sus versos apasionados y envolventes te transportarán a un mundo de emociones intensas y genuinas. A través de palabras meticulosamente escogidas, Rojas logra capturar la esencia del amor en todas sus manifestaciones. Sus poemas, llenos de vitalidad, exploran las emociones humanas con una sensibilidad penetrante. Cada línea, cargada de pasión, se convierte en un reflejo de los latidos del corazón y las maravillas del afecto compartido.

La poesía de amor de Gonzalo Rojas es un regalo literario que te invita a experimentar la belleza y el poder de este sentimiento universal.

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1. OSCURIDAD HERMOSA

Sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.

Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.

Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.

2. EL SOL Y LA MUERTE

Como el ciego que llora contra un sol implacable,
me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
quemados para siempre.

¿De qué me sirve el rayo
que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
si he perdido mis ojos?

¿De qué me sirve el mundo?

¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
y a dormir, y a gozar, si todo se reduce
a palpar los placeres en la sombra,
a morder en los pechos y en los labios
las formas de la muerte?

Me parieron dos vientres distintos, fui arrojado
al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
de aquel monstruoso parto.

Hay dos lenguas adentro de mi boca,
hay dos cabezas dentro de mi cráneo:
dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos esqueletos luchan por ser una columna.

No tengo otra palabra que mi boca
para hablar de mí mismo,
mi lengua tartamuda
que nombra la mitad de mis visiones
bajo la lucidez
de mi propia tortura, como el ciego que llora
contra un sol implacable.

3. LOS CÓMPLICES

Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.

4. ¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

5. AL SILENCIO

Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.

6. EL PRINCIPIO Y EL FIN

Cuando abro en los objetos la puerta de mí mismo:
¿quién me roba la sangre, lo mío, lo real?
¿Quién me arroja al vacío
cuando respiro? ¿Quién
es mi verdugo adentro de mí mismo?

Oh Tiempo. Rostro múltiple.
Rostro multiplicado por ti mismo.
Sal desde los orígenes de la música. Sal
desde mi llanto. Arráncate la máscara riente.
Espérame a besarte, convulsiva belleza.
Espérame en la puerta del mar. Espérame
en el objeto que amo eternamente.

7. FÚTBOL SIN PARAR

Qué desmadre, Mundo; todo lo futbolero, pelotas
y patas, se jerarquiza hasta la cresta
del Aconcagua: ¿metáfora
de patear por patear, o exhibición
del cuero del Testículo
en el césped hinchado así: Mayúsculo: que eyacula y
hace eyacular
estadios enteros y salpica
retórica y grasa por
satélite en
los idiomas todos; el maya,
el etrusco incluso?

Pensar
que hubo toreros, gladiadores
en la apuesta, y ritmo.
Píndaro
hubiera llorado.

7 poemas de Gonzalo Rojas: Poesía Divina y espiritual

Los Poemas espirituales de Gonzalo Rojas. A través de sus versos trascendentes y evocadores, te sumergirás en una búsqueda profunda de lo divino. Rojas, con su pluma inspirada, te guía por caminos de reflexión y conexión con lo sagrado. Sus palabras, impregnadas de espiritualidad, te invitan a explorar la relación entre lo humano y lo divino de manera íntima y personal.

Cada poema, cargado de significado, te sume en una experiencia de elevación y contemplación. La poesía espiritual de Gonzalo Rojas te invita a explorar los misterios del alma y a encontrar resonancia en lo trascendental.

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1. EL PRINCIPIO Y EL FIN

Cuando abro en los objetos la puerta de mí mismo:
¿quién me roba la sangre, lo mío, lo real?
¿Quién me arroja al vacío
cuando respiro? ¿Quién
es mi verdugo adentro de mí mismo?

Oh Tiempo. Rostro múltiple.
Rostro multiplicado por ti mismo.
Sal desde los orígenes de la música. Sal
desde mi llanto. Arráncate la máscara riente.
Espérame a besarte, convulsiva belleza.
Espérame en la puerta del mar. Espérame
en el objeto que amo eternamente.

2. El sol y la muerte

Como el ciego que llora contra un sol implacable,
me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
quemados para siempre.
¿De qué me sirve el rayo
que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
si he perdido mis ojos?
¿De qué me sirve el mundo?
¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
y a dormir, y a gozar, si todo se reduce
a palpar los placeres en la sombra,
a morder en los pechos y en los labios
las formas de la muerte?
Me parieron dos vientres distintos, fui arrojado
al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
de aquel monstruoso parto.
Hay dos lenguas adentro de mi boca,
hay dos cabezas dentro de mi cráneo:
dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos esqueletos luchan por ser una columna.
No tengo otra palabra que mi boca
para hablar de mí mismo,
mi lengua tartamuda
que nombra la mitad de mis visiones
bajo la lucidez
de mi propia tortura, como el ciego que llora
contra un sol implacable.

3. Carta del suicida

Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca,
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.

4. A una perdida

Me cuesta distinguirla con su cara distinta
a causa de los besos y las privaciones de los besos
entre esa multitud de novias al borde del precipicio
que se rompen los labios contra el pavimento salobre,
por cuyas aguas navegan sin otra brújula que el pánico.
Con las orejas mutiladas por su trabajo de adivina
que escucha día y noche los destinos monstruosos,
Venus sale del fondo de sus ojos.
He arrojado mi cuerpo sobre su pobre cuerpo
hijo de las cadenas, he vuelto a abrir sus heridas,
porque la ví tan sola, hablando sola, diciendo:
«Ahora veo un parque donde hay un hombre haciendo mi retrato.
Él pinta la libertad sobre una sábana teñida de sangre.
Combina los colores con la ferocidad de sus pupilas.
Entonces pone sal adentro de las rosas de mi cuerpo.
Pero en vano pregunta por qué mis ojos siguen abiertos noche y día».
«Ahora veo un cadáver y en él una luciérnaga
que sale desde el hueco del corazón volado.
La luciérnaga le abre los párpados. Bajo ellos
están mis propios ojos mirando siempre abiertos».
Ahora veo a Dios totalmente desnudo,
vestido con el cuerpo de mi Amante, cansado
después de haberme herido. Yo lo muerdo en los ojos
y el terror me devuelve mis dos demonios vivos.
«Ahora y siempre veo que mis ojos están
adentro de otros ojos, como un sol repetido
sin cesar sobre mí, como el beso del hombre
que me daña y me ahonda por boca de mi Amante».
Ella dice el sonido de sus visiones, bajo el viento
de la terrible posesión que la golpea y la llama.
Toda una larga noche repite sus tormentos invisibles,
derrama sobre mí sus pétalos impalpables,
hasta que aquellos ojos me trastornan y me ciegan.

5. Siempre el adiós

Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada.
Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.
Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.

Remando en el ritmo

Cada lágrima derramada con pasión es un grano de arena robado al desierto del vacío.
Cada beso es una llama para el resplandor de los muertos.
1945

6. En cuanto a la imaginación de las piedras

En cuanto a la imaginación de las piedras casi todo lo de carácter copioso es poco fidedigno:
de lejos sin discusión su preñez animal es otra,
coetáneas de las altísimas no vienen de las estrellas,
su naturaleza no es alquímica sino música,
pocas son palomas, casi todas son bailarinas, de ahí su encanto;
por desfiguradas o selladas, su majestad es la única que comunica con la Figura,
pese a su fijeza no son andróginas,
respiran por pulmones y antes de ser lo que son fueron máquinas de aire,
consta en libros que entre ellas no hay Himalayas,
ni rameras,
no usan manto y su único vestido es el desollamiento,
son más mar que el mar y han llorado,
aun las más enormes vuelan de noche en todas direcciones y no enloquecen,
son ciegas de nacimiento y ven a Dios,
la ventilación es su substancia,
no han leído a Wittgenstein pero saben que se equivoca,
no entierran a sus muertos,
la originalidad en materia de rosas les da asco,
no creen en la inspiración ni comen luciérnagas,
ni en la farsa del humor,
les gusta la poesía con tal que no suene,
no entran en comercio con los aplausos,
cumplen 70 años cada segundo y se ríen de los peces,
lo de los niños en probeta las hace bostezar,
los ejércitos gloriosos les parecen miserables,
odian los aforismos y el derramamiento,
son geómetras y en las orejas llevan aros de platino,
viven del ocio sagrado.

7. Parece que de lo que muere uno es de maniquí

Parece que de lo que muere uno es de maniquí
asustado en la vidriera, inmóvil
y horizontal con ese descaro
como si uno no fuera el que es bajo los claveles
y los gladiolos de alambre
por lo equívoco de las luces;
extraña sal
parece entonces que se apodera de uno
de las uñas a los párpados, se
crece por resurrección fosfórica.
Circunstancias
adversas impídenme concurrir.

3 Poemas de Gonzalo Rojas: Poesia reflexiva

La Poesía reflexiva de Gonzalo Rojas. Sus versos profundos y contemplativos te llevan a un viaje introspectivo. Rojas, con su pluma perspicaz, te invita a explorar las complejidades del pensamiento humano. Sus palabras, cargadas de significado, te sumergen en una reflexión constante sobre la vida, el tiempo y la existencia.

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1. Código del obseso

1) Busco un pelo; entre lo innumerable de este Mundo busco un pelo
disperso en la quebrazón, longilíneo
de doncellez correspondiente a grande figura
de muchacha grande, pies
castísimos con uñas pintadas
por el rey, airosos los muslos
de la esbeltez dual, en ascenso
más bien secreto, de pubis
a axila, a cabellera
torrencial tras lo animal del
número ronco de ser, busco un pelo
2) espléndido de mujer
espléndida, clásica,
músico
de tacto preferiblemente intrépido
de Boticelli,
áureo y corrupto de exactitud, castaño
de fulgor, finísimo, de alto a
bajo busco un pelo
3) unigénito, seco de aroma,
entre el aire y el descaro
del aire, ni rey
a remolque de esta invención, ni tamaña concubina
venusina, flaco
y cínico:
-Galaxias
no me quiten el sol. Pajar del cielo:
lo que busco es un pelo.

2. Rimbaud

No tenernos talento, es que
no tenemos talento, lo que nos pasa
es que no tenemos talento, a lo sumo
oímos voces, eso es lo que oímos: un
centelleo, un parpadeo, y ahí mismo voces. Teresa
oyó voces, el loco
que vi ayer en el Metro oyó voces.
¿Cuál Metro si aquí no hay Metro? Nunca
hubo aquí Metro, lo que hubo
fueron al galope caballos
si es que eso, si es que en este cuarto
de tres por tres hubo alguna vez caballos
en el espejo.
Pero somos precoces, eso sí que somos, muy
precoces, más
que Rimbaud a nuestra edad; ¿más?,
¿todavía más que ese hijo de madre que
lo perdió todo en la apuesta? Viniera y
nos viera así todos sucios, estallados
en nuestro átomo mísero, viejos
de inmundicia y gloria. Un
puntapié nos diera en el hocico.

3. Prometeo

Los dioses lo olvidaron, las águilas lo olvidaron, él mismo se olvidó.
Kafka
No hubo temblor. Ni se partía el cielo.
De pronto salió el sol por la copa del Árbol.
Pudo verse un instante que el Árbol era un hombre
y que la concurrencia sólo eran sus ideas,
porque no había nadie en la montaña
sino las últimas estrellas
y el aire era una inmensa pesadilla.