Poemas de Juana de Ibarbourou

Los poemas de Juana de Ibarbourou, una destacada poetisa uruguaya, cautivan con su estilo lírico y su profunda conexión con la naturaleza. A través de sus versos, Juana expresa la pasión y la belleza de la vida en todas sus formas.

Los escritos de Juana, enriquecidos con sus sensibilidades, nos transportan a un mundo lleno de emociones vibrantes y escenas vívidas. Sus palabras danzan en la página, describiendo paisajes exuberantes y emociones intensas. La poetisa, como observadora atenta, captura momentos fugaces y los inmortaliza en versos que perduran en el tiempo.

La naturaleza es un tema recurrente en los poemas de Juana. Sus versos están impregnados de imágenes de flores que despiertan al amanecer, ríos que serpentean bajo la luz del sol y árboles que susurran secretos al viento. Estas descripciones pintorescas crean un universo sensorial donde podemos sentir el roce de las hojas y escuchar el canto de los pájaros.

Biografía de la Poetisa Juana de Ibarbourou: Explorando su Vida Apasionante

Juana de Ibarbourou, nacida en 1895 en Uruguay, se destaca por ser una figura literaria sumamente influyente. Desde joven, mostrando un talento excepcional, se dedicó apasionadamente a la escritura. Sus versos, conmovedores y evocadores, cautivaron a lectores de todo el mundo.

Creciendo en un entorno humilde, Juana enfrentó desafíos con determinación. En su adolescencia, encontró en la poesía una vía de escape, una manera de dar voz a sus pensamientos y emociones. Publicó su primer libro de poesía, «Las lenguas de diamante», a los 19 años, marcando el inicio de una carrera literaria fulgurante.

La poetisa, explorando temas variados, demostró una habilidad innata para pintar paisajes y sentimientos con palabras. Su estilo único, caracterizado por el uso magistral de metáforas y descripciones vívidas, la convirtió en una autora respetada en la escena literaria.

A lo largo de su vida, Juana de Ibarbourou enfrentó críticas y desafíos, pero su pasión por la escritura nunca menguó. Participó activamente en la vida cultural y social de su país, siendo un faro de inspiración para jóvenes escritores. Su firme compromiso con la literatura y la igualdad de género la convirtieron en un ícono de su tiempo.

Además de su poesía, Juana también incursionó en ensayos y conferencias, compartiendo sus ideas y perspectivas sobre la creatividad y la sociedad. Su legado trasciende generaciones, con su nombre grabado en la historia literaria de habla hispana.

Muerte de la Poetisa Juana de Ibarbourou

En sus últimos años, Juana de Ibarbourou continuó escribiendo y dejando una marca imborrable en la literatura. Su partida en 1979 dejó un vacío en el mundo literario, pero su legado perdura, recordándonos la importancia de perseguir nuestras pasiones con fervor y expresarnos con autenticidad a través de las palabras.

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10 poemas de Juana de ibarbourou: Poesía sensual

Los poemas sensuales de Juana de Ibarbourou te sumergen en un mundo de pasión y deseo, donde las palabras se convierten en suspiros y caricias literarias. A través de sus versos, la poetisa uruguaya te invita a explorar el lado más íntimo y apasionado de la experiencia humana.

En estos poemas de Juana de ibarbourou, las metáforas ardientes y las descripciones evocadoras crean una atmósfera cargada de energía sensual. Las palabras se entrelazan como amantes en un baile íntimo, revelando emociones intensas y secretos profundos.

Las imágenes vívidas que Juana pinta en sus versos sensuales te transportan a momentos de encuentros amorosos y conexiones emocionales. Puedes sentir el roce suave de la piel, el latido acelerado del corazón y el eco de susurros apasionados en cada línea.

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1. COMO LA PRIMAVERA

Como una ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
dicendome luego:
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿ Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque acaso en ella exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? Y riendo te dije:
-¡Nintuno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!

2. TE DOY MI ALMA DESNUDA

Te doy mi alma desnuda,
como estatua a la cual ningún cendal escuda.

Desnuda con el puro impudor
de un fruto, de una estrella o una flor;
de todas esas cosas que tienen la infinita
serenidad de Eva antes de ser maldita.

De todas esas cosas,
frutos, astros y rosas,
que no sienten vergüenza del sexo sin celajes
y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
¡que tuviera una intensa blancura de azucena!

Desnuda, y toda abierta de par en par
¡por el ansia del amar!

3. LA HORA

Tómame ahora que aun es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aun es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligra
la sandalia viva de la primavera.

Ahora que mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.

Después…, ¡ah, yo sé
que ya nada de eso mas tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aun es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no mas tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

4. EL POZO

Asiento de musgo florido
sobre el viejo brocal derruido.
Sitio que elegimos para hablar de amor,
bajo el enorme paraíso en flor.

¡Ay, pobre del agua que del fondo mira,
tal vez envidiosa, quizás dolorida!
¡Tan triste la pobre, tan muda, tan quieta
bajo esta nerviosa ramazón violeta!

-Vámonos. No quiero que el agua nos vea
cuando me acaricies. Tal vez eso sea
darle una tortura. ¿Quién la ama a ella?
-Tonta! ¡Si de noche la besa una estrella!

5. LA HIGUERA

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten…

Por eso,
cada verz que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-Es la higuera el más bello
de los árboles en el huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
-Hoy a mi me dijeron hermosa.

6. LA PROMESA

¡Todo el oro del mundo parecía
diluído en la tarde luminosa!
Apenas un crepúsculo de rosa,
la copa de los árboles teñía.

Un imprevisto amor, mi mano unía
a tu mano, morena y temblorosa.
¡Eramos Booz y Ruth ante la hermosa
era que circundaba la alquería!

«¿Me amarás?», murmuraste. Lenta y grave
vibró en mis labios la promesa suave
de la dulce, la amante moabita.

Y fué como un ¡Amén! en ese instante
el toque de oración que alzó vibrante
la rítmica campana de la ermita.

7. VIDA – GARFIO

Amante: no me lleves, si muero al camposanto
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

A flor de tierrra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que seimpre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raices vivas
Yo subiré a mirarte en los lirios morados.

8. EL DULCE MILAGRO

¿Que es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
«¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!»

¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que sólo entiende
Que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!

Que requiere líneas y color y forma,
y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: «Voy con la dulzura»,
de inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierren
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: «Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen».
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!

9. Amémonos

Bajo las alas rosa de este laurel florido,

amémonos. El viejo y eterno lampadario

de la luna ha encendido su fulgor milenario

y este rincón de hierba tiene calor de nido.

Amémonos. Acaso haya un fauno escondido

junto al tronco del dulce laurel hospitalario

y llore al encontrarse sin amor, solitario,

mirando nuestro idilio frente al prado dormido.

Amémonos. La noche clara, aromosa y mística

tiene no sé qué suave dulzura cabalística.

Somos grandes y solos sobre el haz de los campos

y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,

con estremecimientos breves como destellos

de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.

10. Bajo la lluvia

¡Cómo resbala el agua por mi espalda!

¡Cómo moja mi falda,

y pone en mis mejillas su frescura de nieve!

Llueve, llueve, llueve,

y voy, senda adelante,

con el alma ligera y la cara radiante,

sin sentir, sin soñar,

llena de la voluptuosidad de no pensar.

Un pájaro se baña

en una charca turbia. Mi presencia le extraña,

se detiene… me mira… nos sentimos amigos…

¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos!

Después es el asombro

de un labriego que pasa con su azada al hombro

y la lluvia me cubre de todas las fragancias

de los setos de octubre.

Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado

como un maravilloso y estupendo tocado

de gotas cristalinas, de flores deshojadas

que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.

Y siento, en la vacuidad

del cerebro sin sueño, la voluptuosidad

del placer infinito, dulce y desconocido,

de un minuto de olvido.

Llueve, llueve, llueve,

y tengo en alma y carne, como un frescor de nieve.

7 Poemas de Juana de Ibarbourou: Poesia Natural

Los poemas naturales de Juana de Ibarbourou te transportan a un mundo vibrante y exuberante, donde las palabras se convierten en pinceladas que recrean la majestuosidad de la naturaleza que te rodea.

A través de sus versos, la poetisa uruguaya te invita a contemplar la flora y fauna en su esplendor, como si estuvieras inmerso en un jardín en constante florecimiento. Los colores, texturas y aromas de la naturaleza cobran vida en sus metáforas, permitiéndote sentir el roce suave de las hojas y el susurro del viento entre los árboles.

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1. Hora morada

¿Qué azul me queda?

¿En qué oro y en qué rosa me detengo,

qué dicha se hace miel entre mi boca

o qué río me canta frente al pecho?

Es la hora de la hiel, la hora morada

en que el pasado, como un fruto acedo,

sólo me da su raso deslucido

y una confusa sensación de miedo.

Se me acerca la tierra del descanso

final, bajo los árboles erectos,

los cipreses aquellos que he cantado

y veo ahora en guardia de los muertos.

Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias

y sólo tengo la lealtad del perro

que aún vigila a mi lado mis insomnios

con sus ojos tan dulces y tan buenos.

2. Rebelde

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca

Mientras las otras sombras recen, giman o lloren,

Y bajo sus miradas de siniestro patriarca

Las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

Yo iré como una alondra cantando por el río

Y llevaré a tu barca mi perfume salvaje

E irradiaré en las ondas del arroyo sombrío

Como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tu no quieras, por más guiños siniestros

Que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,

Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,

Cuando quieras dejarme a la orilla del río,

Me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.

3. Raíz salvaje

Me ha quedado clavada en los ojos

la visión de ese carro de trigo

que cruzó rechinante y pesado

sembrando de espigas el recto camino.

¡No pretendas ahora que ría!

¡Tu no sabes en qué hondos recuerdos

estoy abstraída!

Desde el fondo del alma me sube

un sabor de pitanga a los labios.

Tiene aún mi epidermis morena

no sé que fragancias de trigo emparvado.

¡Ay, quisiera llevarte conmigo

a dormir una noche en el campo

y en tus brazos pasar hasta el día

bajo el techo alocado de un árbol!

Soy la misma muchacha salvaje

que hace años trajiste a tu lado.

4. La higuera

Porque es áspera y fea,

porque todas sus ramas son grises,

yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:

ciruelos redondos,

limoneros rectos

y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,

todos ellos se cubren de flores

en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste

con sus gajos torcidos que nunca

de apretados capullos se visten…

Por eso,

cada vez que yo paso a su lado,

digo, procurando

hacer dulce y alegre mi acento:

-es la higuera el más bello

de los árboles en el huerto.

Si ella escucha,

si comprende el idioma en que hablo,

¡qué dulzura tan honda hará nido

en su alma sensible de árbol!

y tal vez a la noche,

cuando el viento abanique su copa,

embriagada de gozo, le cuente:

-hoy a mi me dijeron hermosa.

5. Como una flor desesperada

Lo quiero con la sangre, con el hueso,

con el ojo que mira y el aliento,

con la frente que inclina el pensamiento,

con este corazón caliente y preso,

y con el sueño fatalmente obseso

de este amor que me copa el sentimiento,

desde la breve risa hasta el lamento,

desde la herida bruja hasta su beso.

Mi vida es de tu vida tributaria,

ya te parezca tumulto, o solitaria,

como una sola flor desesperada.

Depende de él como del leño duro

la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,

que sólo en él respira levantada.

6. La sed

Tu beso fue en mis labios

de un dulzor refrescante.

Sensación de agua viva y moras negras

me dio tu boca amante.

Cansada me acosté sobre los pastos

con tu brazo tendido, por apoyo.

Y me cayó tu beso entre los labios,

como un fruto maduro de la selva

o un lavado guijarro del arroyo.

Tengo sed otra vez, amado mío.

Dame tu beso fresco tal como una

piedrezuela del río.

7. La hora

Tómame ahora que aún es temprano

y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría

esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa

y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera

la sandalia viva de la primavera.

Ahora que en mis labios repica la risa

como una campana sacudida aprisa.

Después…, ¡ah, yo sé

que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,

como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano

y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca

y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves

que la enredadera crecerá ciprés?

7 Poemas de Juana de Ibarbourou: Poesía de reflexión

Los poemas de reflexión de Juana de Ibarbourou te invitan a sumergirte en la introspección y a explorar los misterios de la existencia humana. A través de sus versos, la poetisa uruguaya te guía en un viaje hacia el interior de tu propia mente y corazón.

En estos poemas, las palabras se convierten en herramientas de exploración emocional y filosófica. Juana captura momentos de pausa y contemplación, como instantáneas de la vida que te rodea y de tus propias experiencias. Sus versos te invitan a cuestionar, a meditar y a buscar comprensión en medio de la complejidad de la vida.

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1. Como la primavera

Como una ala negra tendí mis cabellos

sobre tus rodillas.

Cerrando los ojos su olor aspiraste,

dicendome luego:

-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?

¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?

¿ Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras

porque acaso en ella exprimiste un zumo

retinto y espeso de moras silvestres?

¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!

Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.

¿Que perfume usas? Y riendo te dije:

-¡Ninguno, ninguno!

Te amo y soy joven, huelo a primavera.

Este olor que sientes es de carne firme,

de mejillas claras y de sangre nueva.

¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo

las mismas fragancias de la primavera!

2. Reconquista

No sé de donde regresó el anhelo

De volver a cantar como en el tiempo

en que tenía entre mi puño el cielo

Y con una perla azul el pensamiento.

De una enlutada nube, la centella,

Súbito pez, hendió la noche cálida

Y en mí se abrió de nuevo la crisálida

Del verso alado y su bruñida estrella.

Ahora ya es el hino centelleante

Que alza hasta Dios la ofrenda poderosa

De su bruñida lanza de diamante.

Unidad de la luz sobre la rosa.

Y otra vez la conquista alucinante

De la eterna poesía victoriosa.

3. Despecho

¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,

tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;

tanto, que este rictus que contrae mi boca

es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo

(como en los retratos de viejo abolengo),

es por la fatiga de la loca risa

que en todos mis nervios su sopor desliza.

¡Ah, que estoy cansada! Déjame que duerma,

pues como la angustia, la alegría enferma.

¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!

¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,

ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos.

Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,

es por el esfuerzo de reírme tanto…

4. El fuerte lazo

Crecí

para ti.

Tálame. Mi acacia

implora a tus manos su golpe de gracia.

Florí

para ti.

Córtame. Mi lirio

al nacer dudaba ser flor o ser cirio.

Fluí

para ti.

Bébeme. El cristal

envidia lo claro de mi manantial.

Alas di

por ti.

Cázame. Falena,

rodeé tu llama de impaciencia llena.

Por ti sufriré.

¡Bendito sea el daño que tu amor me dé!

¡Bendita sea el hacha, bendita la red,

y loadas sean tijeras y sed!

Sangre del costado

manaré, mi amado.

¿Qué broche más bello, qué joya más grata,

que por ti una llaga color escarlata?

En vez de abalorios para mis cabellos

siete espinas largas hundiré entre ellos.

Y en vez de zarcillos pondré en mis orejas,

como dos rubíes, dos ascuas bermejas.

Me verás reír

viéndome sufrir.

Y tú llorarás.

5. Millonarios

Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia
Descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas,
Con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
Oblicua, refrescante y menuda, del agua.

¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes
Y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia,
Vamos a ser felices con el gozo sencillo
De un casal de gorriones que en la vía se arrulla.

Más allá están los campos y el camino de acacias
Y la quinta suntuosa de aquel pobre señor
Millonario y obeso, que con todos sus oros

No podría comprarnos ni un gramo del tesoro
Inefable y supremo que nos ha dado Dios:
Ser flexibles, ser jóvenes, estar llenos de amor.

6. MUJER

de sombra y silencio me había de dar!
¡Cómo, noche a noche, solo abularía
por los campos quietos y por frente al mar!

Si yo fuera hombre, ¡qué extraño, qué loco,
tenaz vagabundo que había de ser!
¡Amigo de todos los largos caminos
que invitan a ir lejos para no volver!

Cuando a mí me acosan ansias andariegas
¡qué pena tan honda me da ser mujer!

7. EL CIPRÉS

Quizá nació en Judea,
Pero se ha hecho ciudadano en todos
Los cementerios de la tierra.

Parece un grito que ha cuajado en árbol
O un padrenuestro hecho ramaje quieto.
No ampara ni cobija. Siempre clama
Por los muertos.

Y si a veces se enrosca por su tronco
Un rosal que florece en los veranos,
Como un trapense extático no siente
La brasa de la flor sobre sus gajos.

Tiene pasta de asceta, el solitario.

O pasta de abstraído.

Pero si uno está hastiado o está triste,
le hace bien recostarse contra el tronco
Recto y liso.

Se siente algo sedante en la mejilla,
como si dentro del leñoso tallo
Una intuición ardiente y sensitiva
Compadeciera el gesto de cansancio.

Nunca el ciprés comprenderá la risa,
La plenitud, la primavera, el alba.
Sólo se da a la angustia de los hombres
Y arrulla el sueño eterno como un aya.

Es un gran dedo vegetal que siempre
Está indicando el ruido: ¡Calla!