Poemas de José Gorostiza

Los poemas de José Gorostiza invitan al lector a sumergirse en un mundo íntimo de sensaciones, a descifrar las complejidades de la vida a través de versos que fluyen suavemente como un río de pensamientos. Su poesía, llena de melancolía y belleza, encuentra eco en aquellos que buscan la profundidad en las palabras y la conexión con lo esencial.

Gorostiza, maestro de la lírica moderna, utiliza el presente participio para dar vida a sus poemas, pintando con delicadeza los matices de la existencia. Sus versos evocan imágenes vívidas y etéreas que se entrelazan, como pinceladas en un lienzo, creando una experiencia poética única.

En su obra, el autor explora la condición humana y el flujo constante del tiempo. Sus poemas trascienden las barreras del idioma, resonando con la universalidad de las emociones humanas. El uso magistral del lenguaje y la atención al detalle en cada palabra dan a sus composiciones un carácter atemporal.

Biografía de José Gorostiza

Nacido en 1901 en Villahermosa, México, José Gorostiza crece bajo el manto de la Revolución Mexicana. Estudioso apasionado desde joven, se sumerge en letras y humanidades, construyendo un camino intelectual. Graduándose en Derecho, pero su corazón late por la poesía.

Explorando Horizontes Literarios

En la década de 1920, tu curiosidad te lleva a París, epicentro de vanguardia. En ese crisol de creatividad, bebes de las influencias de las corrientes artísticas del momento. En 1926, das vida a «Canciones para cantar en las barcas», tu primer poemario, donde las palabras brotan en estado de efervescencia creativa.

Matices de una Poesía Profunda

La introspección y la búsqueda de la esencia humana se convierten en tus caballos de batalla literarios. Tus versos, hábiles en su construcción, revelan los sentimientos y pensamientos del hombre ante el devenir del tiempo y la existencia.

Pinceladas de Reconocimiento

El mundo literario se rinde ante tu genialidad. En 1933, tu obra maestra «Muerte sin fin» surge como un faro de la poesía contemporánea. Tus metáforas impactan, y el uso virtuoso del lenguaje ensalza tu nombre en el panorama literario de habla hispana.

Caminos Postergados

A pesar del éxito temprano, tu pasión por la poesía se ve eclipsada por la carrera diplomática. Te conviertes en embajador y político, alejándote de las letras en un acto de servicio a tu país.

Un Legado Imperecedero

Aunque la pluma descansa en momentos, nunca abandonas la literatura. Tu nombre, inseparable de las letras mexicanas, sigue resonando en las aulas y en los corazones de quienes descubren tus versos. Tu poesía, tejida con hilos de reflexión y emoción, perdura como un testimonio de la belleza del lenguaje y la profundidad del alma humana.

Fallecimiento de José Gorostiza

En 1978, las páginas de la vida se cierran para José Gorostiza. El poeta mexicano, quien había tejido versos profundos y cautivadores, exhala su último suspiro, dejando atrás un legado que perdurará por siempre.

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7 Poemas de José Gorostiza: Poemas Reflexivos

Los poemas de reflexión de José Gorostiza son como espejos que te invitan a explorar tu mundo interior. A través de metáforas cuidadosamente tejidas y analogías ingeniosas, estos versos te llevan en un viaje introspectivo, donde las palabras se convierten en herramientas para desentrañar pensamientos profundos y dilemas existenciales.

En estos poemas, el poeta se convierte en un alquimista de las palabras, destilando pensamientos complejos en líneas líricas. Las preguntas sin respuesta y las reflexiones sobre la naturaleza humana se entrelazan en una danza poética que te hace cuestionar y meditar sobre tu propio ser.

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1. La casa del silencio

La casa del silencio
se yergue en un rincón de la montaña,
con el capuz de tejas carcomido.
Y parece tan dócil
que apenas se conmueve con el ruido
de algún árbol cercano, donde sueña
el amoroso cónclave de un nido.

Tal vez nadie la habita
ni la quiere,
Y acaso nunca la vivieron hombres;
pero su lento corazón palpita
con un profundo latir de resignando,
cuando el rumor la hiere
y la sangra del trémulo costado.

Imagino, en la casa del silencio,
un patio luminoso, decorado
por la hierba que roe las canales
y un muro despintado
al caer de las lluvias torrenciales.

Y en las noches azules,
la pienso conturbada si adivina
un balbucir de luz en sus escaños,
y la oigo verter con un ruido
ya casi imperceptible, contenido,
su lor paternal de tres mil años.

2. La luz sumisa

Alarga el día en matinal hilera
tibias manchas de sol por la ciudad.
Se adivina casi la primavera,
como si descendiera
en lentas ráfagas de claridad.

La luz, la luz sumisa
( si no fuera
la luz, la llamaran sonrisa )
al trepar en los muros, por ligera,
dibuja la imprecisa
ilusión de una blanda enredadera.
¡Ondula, danza y trémula se irisa!

Y la ciudad, con íntimo candor,
bajo el rudo metal de una campana
despierta a la inquietud de la mañana,
y en gajos de color se deshilvana.

Pero puso el Señor,
a lo largo del día,
esencias de dolor
y agudo clavo de melancolía.

Porque la claridad, al descender
en giros de canción,
enciende una alegría de mujer
en el espejo gris del corazón.

Si ayer vimos la luna, desleída
sobre un alto silencioso de montañas…
si ayer la vimos derramarse en una
indulgencia de lámpara afligida,
y duele desnatar en las pestañas
el oro de la luna.

3. El enfermo

Por el amplio silencio del instante
pasa un vago temor.
Tal vez gira la puerta sin motivo
y se recoge una visión distante,
como si el alma fuese un mirador.

Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.

Tal vez fingen las cortinas altas
plegarse al toque de una mano intrusa,
y el incierto rumor
a las pupilas del enfermo acusa
un camino de llanto en derredor.

En sus ojos opacos, mortecinos,
se reflejan las cosas con candor,
mientras la queja fluye
a los labios exangües de dolor.

Cuenta la Hermana cuentas de rosario
y piensa en el Calvario
del Señor.

Pero invade la sombra vespertina
un extraño temor,
y en el péndulo inmóvil se adivina
la séptima caída del amor.

Tal vez gira la puerta sin motivo.
Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.

4. ¿QUIÉN ME COMPRA UNA NARANJA?

¿Quién me compra una naranja
para mi consolación?
Una naranja madura
en forma de corazón.

La sal del mar en los labios
¡ay de mí!
La sal del mar en las venas
y en los labios recogí.

Nadie me diera los suyos
para besar.
La blanda espiga de un beso
yo no la puedo segar.

Nadie pidiera mi sangre
para beber.
Yo mismo no sé si corre
o si deja de correr.

Como se pierden las barcas
¡ay de mí!
como se pierden las nubes
y las barcas, me perdí.

Y pues nadie me lo pide,
ya no tengo corazón.
¿Quién me compra una naranja
para mi consolación?

5. ELEMENTOS

Tus ojos eran mi aire
y el aire para sí
jugaba a ser redondo, rodando.

Tus ojos eran mi aire y mi fuego,
y los dos entre sí
jugaban uno a mantener al otro, consumiéndose.

Tus ojos eran mi aire y mi fuego,
pero también mi agua,
y los tres entre sí
jugaban uno a consumir el otro, manteniéndose.

Porque tus ojos eran
mi agua
mi fuego
y mi aire,
tengo transida de rumor el alma
como el árbol de pino la madera,
y tengo más: las raíces
anudadas a ti,
porque tus ojos eran
mi aire
mi fuego
y mi agua,
pero también
mi tierra.

6. ORACIÓN

La barca morena de un pescador,
cansada de bogar,
sobre la playa se puso a rezar:
¡Hazme, Señor,
un puerto en las orillas de este mar!

7. EL PUERTO

Y nadie lo deplora.
Sólo se canta
la puesta del sol, desde la aurora.
Mas la luna, con ser
de luz a nuestro simple parecer,
nos parece sonora
cuando derraman las manos ligeras
las ágiles sombras de las palmeras.

7 Poemas de José Gorostiza: Poemas de Amor

Los poemas de amor de José Gorostiza son como suspiros tejidos en palabras. Con maestría, el poeta explora las dimensiones del sentimiento más puro y profundo, convirtiendo los versos en testigos de emociones que laten con intensidad.

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1. ROMANCE

La niña de mi lugar
tiene de oro las cejas,
y en la mirada, desnudas,
las luces de las luciérnagas.
¿Has visto pasar los barcos
desde la orilla?
Recuerdan
sus faros malabaristas,
verdes, azules y sepia,
que tu mirada trasciende
la oscuridad de la niebla
-y, más aún, la ilumina
a punto de transparencia.
¿Has visto flechar las garzas
a las nubes?
Me recuerdan
si diste al aire los brazos
cuando salimos de tierra,
y el biombo lila del aire
con tus adioses se llena.
Y si cantas -¡canta, sí!-
tu voz anula mi ausencia;
mástiles, jarcias y viento
se confunden con tan lenta
sencilla sonoridad,
con tan pausada manera
que no sería más claro
el tañido de una estrella.
Robinsón y Simbad, náufragos
incorregibles, ¿mi queja
a quién la podré confiar
si no a vosotros, apenas?
Que yo naufragara un día.
¡Las luces de las luciérnagas
iban a licuarse todas
en un hilo de agua tierna!
Canciones para cantar en las barcas

2. PRESENCIA Y FUGA (IV)

¡Agua, no huyas de la sed, detente!
Detente, oh claro insomnio en la llanura
de este sueño sin párpados que apura
el idioma febril de la corriente.
No el tierno simulacro que te miente,
entre rumores, viva, no madura,
ama la sed esa tensión de hondura
con que saltó tu flecha de la fuente.
Detén, agua, tu prisa, porque en tanto
te ciegue el ojo y te estrangule el canto,
dictar debieras a la muerte zonas;
que por tu propia muerte concebida,
sólo me das la piel endurecida
¡oh movimiento, sierpe! que abandonas.

3. ESPEJO NO

Espejo no: marca luminosa,
marca blanca.

Conforme en todo al movimiento
con que respira el agua

¡cómo se inflama en su delgada prisa
marea alta

y alumbra – qué pureza de contornos,
qué piel de flor – la distancia,

desnuda ya de peso,
ya de eminente claridad helada!

Conforme en todo a la molicie
con que reposa el agua,

¡cómo se vuelve hondura, hondura,
marea baja,

y más cristal que luz, más ojo,
intenta una mirada

en la que – espectros de color – las formas,
las claras, bellas, mal heridas, sangran!

4. SE ALEGRA EL MAR

Iremos a buscar
hojas de plátano al platanar.

Se alegra el mar.

Iremos a buscarlas en el camino,
padre de las madejas de lino.

Se alegra el mar.

Porque la luna (cumple quince años a pena)
se pone blanca, azul, roja, morena.

Se alegra el mar.

Porque la luna aprende consejo del mar,
en perfume de nardo se quiere mudar.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo desprenderé
para mi novia de lindo pie.
Se alegra el mar.
Siete varas de nardo; sólo un aroma,
una sola blancura de pluma de paloma.

Se alegra el mar.

Vida le digo blancas las desprendí, yo bien lo sé,
para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Vida le digo blancas las desprendí.
¡No se vuelvan oscuras por ser de mí!

Se alegra el mar.

5. ELEGÍA

A veces me dan ganas de llorar,
pero las suple el mar.

6. LA TARDE

Ruedan las olas frágiles
de los atardeceres
como limpias canciones de mujeres.

7. CANTARCILLO

Salen las barcas al amanecer.
No se dejan amar,
pues suelen no volver
o sólo regresan a descansar.

10 Poemas de José Gorostiza: Poemas liricos

Los poemas líricos de José Gorostiza son como notas musicales que danzan en el aire. Su habilidad en el uso del lenguaje y su sensibilidad artística se entrelazan en versos que fluyen suavemente, creando una sinfonía de emociones y pensamientos.

En estos poemas, Gorostiza pinta con palabras los matices de la existencia. Sus versos, impregnados de detalles sensoriales, te sumergen en paisajes interiores y exteriores, invitándote a contemplar la belleza de lo cotidiano.

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1. La casa del silencio

La casa del silencio
se yergue en un rincón de la montaña,
con el capuz de tejas carcomido.
Y parece tan dócil
que apenas se conmueve con el ruido
de algún árbol cercano, donde sueña
el amoroso cónclave de un nido.

Tal vez nadie la habita
ni la quiere,
Y acaso nunca la vivieron hombres;
pero su lento corazón palpita
con un profundo latir de resignando,
cuando el rumor la hiere
y la sangra del trémulo costado.

Imagino, en la casa del silencio,
un patio luminoso, decorado
por la hierba que roe las canales
y un muro despintado
al caer de las lluvias torrenciales.

Y en las noches azules,
la pienso conturbada si adivina
un balbucir de luz en sus escaños,
y la oigo verter con un ruido
ya casi imperceptible, contenido,
su lor paternal de tres mil años.

2. No es agua ni arena…

No es agua ni arena
la orilla del mar.

El agua sonora
de espuma sencilla,
el agua no puede
formarse la orilla.
Y porque descanse
en muelle lugar,
no es agua ni arena
la orilla del mar.

Las cosas discretas,
amables, sencillas;
las cosas se juntan
como las orillas.

Los mismo los labios,
si quieren besar.
No es agua ni arena
la orilla del mar.

Yo sólo me miro
por cosa de muerto;
solo, desolado,
como en un desierto.

A mí venga el lloro,
pues debo penar.
No es agua ni arena
la orilla del mar.

3. Por el amplio silencio del instante…

Por el amplio silencio del instante
pasa un vago temor.
Tal vez gira la puerta sin motivo
y se recoge una visión distante,
como si el alma fuese un mirador.

Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.

Tal vez fingen las cortinas altas
plegarse al toque de una mano intrusa,
y el incierto rumor
a las pupilas del enfermo acusa
un camino de llanto en derredor.

En sus ojos opacos, mortecinos,
se reflejan las cosas con candor,
mientras la queja fluye
a los labios exangües de dolor.

Cuenta la Hermana cuentas de rosario
y piensa en el Calvario
del Señor.

Pero invade la sombra vespertina
un extraño temor,
y en el péndulo inmóvil se adivina
la séptima caída del amor.

Tal vez gira la puerta sin motivo.
Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.

4. Ruedan las olas frágiles…

Ruedan las olas frágiles
de los atardeceres
como limpias canciones de mujeres.

5. Salen las barcas al amanecer…

Salen las barcas al amanecer.
No se dejan amar,
pues suelen no volver
o solo regresan a descansar.

6. Solo, con ruda soledad marina…

Solo, con ruda soledad marina,
se fue por un sendero de la luna,
mi dorada madrina,
apagando sus luces como una
pestaña de lucero en la neblina.

El dolor me sangraba el pensamiento,
y en los labios tenía,
como una rosa negra, mi silencio.

Las azules cenéforas de la melancolía
derramaron sus frágiles cestillos,
y el sueño se dolía
con la luna de lánguidos lebreles amarillos.

Se pusieron de púrpura las liras;
las mujeres, en hilos de lágrimas suspensas,
cortaron las espiras
blandamente aromadas de sus trenzas.

Y al romper mis quietudes vesperales
lo gris de estas congojas,
las oí resbalar como a las hojas
en los rubios jardines otoñales.

Apaguemos las lámparas, hermanos.
De los dulces laúdes
no muevan le cordaje nuestras manos.
Se nos murieron las siete virtudes,
al asomar
los finos labios del amanecer.
¡Ponga dios una lenta lágrima de mujer
en los ojos del mar!

7. Tus ojos eran mi aire…

Tus ojos eran mi aire
y el aire para sí
jugaba a ser redondo, rodando.

Tus ojos eran mi aire y mi fuego,
y los dos entre sí
jugaban uno a mantener al otro, consumiéndose.

Tus ojos eran mi aire y mi fuego,
pero también mi agua,
y los tres entre sí
jugaban uno a consumir el otro, manteniéndose.

Porque tus ojos eran
mi agua
mi fuego
y mi aire,
tengo transida de rumor el alma
como el árbol de pino la madera,
y tengo más: las raíces
anudadas a ti,
porque tus ojos eran
mi aire
mi fuego
y mi agua,
pero también
mi tierra.

8. Esta noche sin luces y esta lluvia constante…

Esta noche sin luces y esta lluvia constante
son para las historias de aquellos peregrinos
que dejaban el lodo de sus buenos caminos,
cegados por la recia tempestad del instante,
y con paso más firme seguían adelante,
al lucir de los nuevos joyeles matutinos.

Esta noche sin luces aguardo ante mi puerta
los tres toques de aldaba que tocará un viajero,
y, no obstante, podría negarle mi dinero,
el calor de la alcoba o la paz de mi huerta;
pero vendrá a mi casa y al corazón alerta
porque siempre me busca cuando yo no lo quiero.

E iluminado por el espejo que brilla
-todo un campo de luz en las horas morenas-
al vaivén de las manos blancas como azucenas
me contará su historia agradable y sencilla,
y a sus labios, ocultos por la barba amarilla,
ha de fluir el canto mortal de las sirenas.

Ya no podré vencerle, ya no tendré la mano
fuerte para arrojarle de mi casa tranquila,
si apenas el relámpago negro de su pupila
le da el pequeño orgullo de llamarme su hermano,
mientras retiene un poco del cielo de verano
la lluvia pescadora con sus redes en fila.

Pero tú, que de nobles éxtasis te revistes,
no abras nunca la puerta para dar hospedaje.
Ten el oído sordo cuando ceda un ramaje
bajo la taciturna pisada de los tristes,
o busca el más secreto bálsamo si resistes
a no probar el ímpetu fantástico del viaje.

9. Iremos a buscar…

Iremos a buscar
hojas de plátano al platanar.

Se alegra el mar.

Iremos a buscarlas en el camino,
padre de las madejas de lino.

Se alegra el mar.

Porque la luna (cumple quince años a pena)
se pone blanca, azul, roja, morena.

Se alegra el mar.

Porque la luna aprende consejo del mar,
en perfume de nardo se quiere mudar.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo desprenderé
para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Siete varas de nardo; solo un aroma,
una sola blancura de pluma de paloma.

Se alegra el mar.

Vida —le digo— blancas las desprendí, yo bien lo sé,
para mi novia de lindo pie.

Se alegra el mar.

Vida —le digo— blancas las desprendí.
¡No se vuelvan oscuras por ser de mí!

Se alegra el mar.

10. La barca morena de un pescador…

La barca morena de un pescador,
cansada de bogar,
sobre la playa se puso a rezar:
¡Hazme, Señor,
un puerto en las orillas de este mar!